miércoles, 4 de febrero de 2015
UN GLORIOSO LEGADO QUE DEBEMOS ENRIQUECER.
Este año será el primero, si Dios quiere, en que mi hijo verá la Semana Santa. Desde que estuvo en la barriga de su madre ha estado oyendo los sones de esta mágica semana y, desde chico, ha "mamado" lo que es esta Hermandad.
Sé que los 8 meses que estuvo dentro de su madre contó con las oraciones de su familia nazarena y además sé que todos fueron inmensamente felices cuando se enteraron de que un nuevo hermano había venido al mundo gracias a la intercesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno, a quién debemos el milagro de aquel mágico día de mi cumpleaños en el que la luz de esperanza nos llegó en forma de latido.
Para mí es especial contarle este sentimiento que ya es de cuarta generación y espero estar a la altura de los que a mí me inculcaron esta sangre morada. Sé que mi hijo contará con el cariño de todos nuestros Hermanos que, así como acogieron a Bea como una más, lo harán con su pequeño Hermano.
Si por algo es una familia nuestra Hermandad es por el cariño que se desprende entre sus miembros que acogen a los recién llegados con la ilusión y la esperanza de inculcarles la felicidad que supone ser Nazareno.
Nuestra gran familia se va renovando y así vemos como nuestros mayores y Hermanos que se nos fueron demasiado pronto, se nos van a procesionar al cielo, pero nos dejan un legado que nosotros tenemos el deber de compartir con nuestros hijos sabiendo que no lo haremos solos ya que contamos con la sabiduría y cariño de nuestra gran familia.
He visto crecer a la familia nazarena año a año de la mano de los nuevos hermanos que llegan junto a sus padres y he visto cómo han adquirido nuestra sangre morada debido al acogimiento de todos los Hermanos y ahora me toca a mí, algo que debo agradecer a Dios cada día.
Nuestra Hermandad está formada por familias de varias generaciones que ven como se amplía nuestra cofradía año a año y se garantiza un futuro esencial para mantener un legado que no nos pertenece más que temporalmente y que debemos cuidar, mantener y si Dios nos da ese don, enriquecer.
Nosotros debemos inculcar a nuestros hijos lo que es la Hermandad pero dejando claro que es un camino inseparable de la religión. La Hermandad no es solo un día al año, no es solo ponernos la túnica o no es solo marcar en el calendario los días en que nos colgamos la medalla, la Hermandad es un camino diario donde tenemos que tener presente a Dios y los valores del cristianismo. No me vale hacer ver a nuestros hijos que la Hermandad es algo en la que se aprende y disfruta con hermanos si eso no viene acompañado de la esencia de todo lo que es la religión.
Muchas veces olvidamos que ser Hermano es ser cristiano y dejamos a un lado los actos litúrgicos pensando que nuestro esfuerzo en la procesión lo perdona todo. Debemos dejar claro a nuestros hijos que hacemos Hermandad igual en los triduos que en la procesión y que tenemos la obligación de hacer inseparable lo que es ser nazareno de lo que es ser católico.
Entiendo que muchas veces hagamos a un lado el acto litúrgico de nuestra Hermandad por vernos aprisionados en un mundo de prisas pero eso no nos exime para ponernos cinco minutos delante de Dios al día y darle las gracias por todo lo que tenemos bajo la firme convicción de tener la conciencia tranquila de haber hecho todo lo posible por acudir al acto litúrgico al que no hemos podido asistir.
Si hemos recibido un legado es para hacerlo más grande y eso pasa por unir Hermandad y Cristianismo para atajar cualquier asomo de dudas en aquellos que interpretan a su manera la Semana Santa y la ven poco más o menos que una fiesta.
Yo no me eximo de esta responsabilidad y asumo que muchas veces he estado fuera esperando que se abrieran las puertas de Santiago para procesionar y no he acudido a los Oficios. También, como muchos de nuestros Hermanos, he buscado la forma de escaquearme del lavado de pies... Y eso me deja claro que estaba equivocado. Otros hermanos, que sí hacían honor a la unión que debe existir entre iglesia y Hermandad, sí estaban dentro y son ellos los que deben ser el espejo que debemos mostrar a nuestros hijos empezando por predicar por el ejemplo. Es necesario que disfrutemos y vivamos los actos litúrgicos como vivimos la procesión, es en ese momento en el que realmente podremos decir que hemos abrillantado el legado recibido.
Debemos estar unidos, sin distinciones entre un paso y otro, pero también debemos estar unidos con las demás cofradías y con el resto de cristianos porque nuestra familia debe ser la de todos los hijos de Dios. Creo que ese es el mejor legado para nuestros herederos y el que espero transmitir a Andrés.
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