viernes, 6 de febrero de 2015

ALGO QUE NINGUNA PERSONA, Y MENOS NINGÚN NAZARENO, DEBERÍA OLVIDAR





La verdad, no sé en qué momento nos damos cuenta de que hemos metido la pata. No sé en qué momento nos empeñamos en demostrar lo tercos que somos y aislamos de nuestra boca la palabra perdón o las palabras lo siento. No lo sé, la verdad.
Si en la vida debemos demostrar nuestra capacidad de perdonar más aún lo debemos hacer en nuestra Hermandad pues si somos capaces de perdonar a desconocidos, ¿no sería más lógico hacerlo con los que comparten con nosotros su sangre morada?.
Creo que todos buscamos el bien para nuestra Hermandad pero muchas veces nos quedamos en el envoltorio de lo que somos como personas y no como cofrades, es decir, unos orgullosos que creen que nunca se equivocan.
No existe una familia en la que no haya disputas, no creo que ninguna familia haya crecido o consolidado su unión sin haber sido capaz de pedirse perdón y de haber solucionado esos problemas, con independencia de su gravedad.
Yo espero que muchos reflexionemos, que pensemos en el futuro y que nos demos cuenta que,ante todo, somos HERMANOS. Es duro pensar que el rencor nos gana a diario y más darnos cuenta que podemos considerar que cuando pedimos perdón hemos perdido, no, al contrario, somos más fuertes que nunca.
Sé que es duro olvidar y que es más duro darse cuenta de que a lo mejor no llevábamos razón o, simplemente, la razón no la entiende nuestro Hermano. Hoy abogo porque nos miremos dentro, que pensemos si siempre llevar la razón es lo correcto o solo un ideal en el que nos alejamos de nuestra cofradía y, sobre todo, de Quién perdonó a quién con tanta saña lo clavó a un madero.
Hemos dicho en nuestra vida muchas veces burradas de las que el orgullo solo es un escudo para no rectificar y para no pedir perdón siguiendo creyendo que somos seres omnipotentes olvidando que así solo existió uno.
Yo no dirijo esta carta a nadie, creo que el destinatario o los destinatarios saben a quién va dirigida, pero creo que todos nos debemos mirar dentro, llamarnos, pedirnos perdón y mirar hacia el futuro orgullosos de haber sido capaces de volver a ser más fuertes que el odio, de volver a ser más nazarenos que nunca.
No dejemos que nos pueda, nos debemos a Dios y si el fue capaz de perdonar nosotros tenemos la obligación de hacerlo tendiendo la mano a quien se la hemos quitado tantas veces. Es hora de volver a pensar en qué es lo que de verdad importa.


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