- ¿Otra vez va a los toros?
Mi padre me volvía a soltar la letanía de que si el mundo del toro era un vicio y de que si no tenía otras cosas en las que pensar.
- Sí, contesté resignado.
- ¿Quién torea?. Mi padre volvió a realizar su rutina pese a que, la verdad sea dicha, le daba igual quién toreaba por lo que le molestaba era mi continuo ir y a venir allá donde se asomaba un pitón.
- Hoy torean 3 Hermanos, Vitín, Luis y Yiyo.
Mi padre se quedó sin palabras pues conocía a los tres y no se imaginaba que iban a torear o quizás fuera incredulidad ya que yo llevaba hablando del festejo desde que me enteré de los preparativos en los ensayos de Nuestra Hermandad.
Quedé con Mario, mi primo, a quién le apetecía ver las andanzas de tres hombres a quién conocíamos desde niños delante del toro y nos dirigimos a la Plaza de toros. Al llegar allí se respiraba un ambiente familiar, el cariño había hecho que los tendidos estuvieran más poblados de lo que las ferias ni siquiera osan imaginar.
Cuando se asomó el pañuelo que tantas veces había visto dar el inicio al paseíllo, las puertas no las abrió Vitín pero él esperaba al otro lado, junto a Luis y Yiyo, en el lado de los héroes, en el lado de los toreros. Sin pensarlo me santigüe y pedí a Nuestro Padre común que su valentía se viera recompensada con una tarde de disfrute, en familia, y le pedí que los protegiera con su manto.
Me noté nervioso, aquella era especial, pues tres Hermanos iban a jugarse la vida por un objetivo benéfico y con el fin de engrandecer el toreo que se nutre de historias como ésta.
Todo salió bien y Vitín enloqueció la plaza con su ilusión en todos los tercios, Luis pegó un muletazo de los que uno guarda para siempre y Yiyo se entregó con las mismas ganas. No recuerdo las orejas, ni creo que importaran pero lo que nunca olvidaré es la sonrisa de felicidad de mis Hermanos delante del toro y el orgullo que sentí al poder decir que esos héroes, esos toreros, eran mis Hermanos.
Al acabar me dirigí al patio de cuadrillas para admirarlos, así de claro. Hoy no quería bromear con Vitín o comentar la corrida y sí quería admirarlos por hacer lo que yo nunca he sido capaz ni de soñar (cuando sueño con toros mi valor no me deja ir más allá de apoderado).
Los abracé como todos los Viernes Santo queriendo ser partícipe de su alegría pero, sobre todo, queriendo demostrar mi orgullo y mi admiración por ellos. Son amigos, lo serán siempre, y son, sobre todo, grandes personas que me han acompañado durante toda mi vida y a las que guardo un especial cariño. Ese día pude compartir su alegría y sentir mi orgullo nazareno a flor de piel por haber podido compartir, como un miembro más de la familia, ese día tan especial para ellos.
No podría escribir en este post lo que significó para mí aquella tarde en la que mis hermanos se convirtieron en héroes delante de un toro pero lo que sí podré decir es que para mí, son y serán siempre, MIS HERMANOS.
Sin la Hermandad nunca podría haber vivido y sentido aquella tarde con la emoción y sentimiento que la viví pero sé que si fue tan especial fue por el cariño que se ha ido labrando con ellos durante toda mi vida.
Creo que la Hermandad se vive durante toda la vida y a todas horas y eso permite vivir y compartir momentos como éste con personas que son especiales para uno, personas que me abrazaron cuando mi abuelo se fue con Nuestro Padre y personas que te alegran cuando las tiene delante como solo las personas especiales son capaces de hacer.
Este septiembre pude compartir una tarde de toros con los hijos de Vitín y Luis en Pepino. Me quedó claro que habían heredado la pasión y valores del toro pero, sobre todo, que habían heredado el cariño y la educación en valores que tienen sus padres.
Ojalá podamos seguir viéndonos muchos años y pueda seguir aprendiendo de vosotros esta capacidad que tenéis de hacer el bien y de haceros querer. Esa tarde de abril quedará siempre guardada en mi memoria como el recuerdo del día en que la Hermandad y el toreo se unieron más que nunca.
Contáis con la admiración y cariño de todos vuestros compañeros y con mi envidia, ya que debe ser lo más grande del mundo sentirse Nazareno, torero y ser buena persona como sois vosotros.
"Padre nuestro que estás en los ruedos.
Bien rezado sea tu Nombre…
Venga a nosotros tu quite.
Hágase mi voluntad, no la del toro.
Así en el triunfo como en el miedo.
La suerte nuestra de cada día, dánosla hoy.
No nos dejes caer en las malas tardes y líbranos del daño. Amén"
"Dios te salve, María, llena eres de consuelo; mi miedo es contigo, bendita Tú eres entre la gente del toro y bendita es la casta de quien también estuvo solo, Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los toreros ahora y en la hora de nuestra suerte. Amén."
Bien rezado sea tu Nombre…
Venga a nosotros tu quite.
Hágase mi voluntad, no la del toro.
Así en el triunfo como en el miedo.
La suerte nuestra de cada día, dánosla hoy.
No nos dejes caer en las malas tardes y líbranos del daño. Amén"
"Dios te salve, María, llena eres de consuelo; mi miedo es contigo, bendita Tú eres entre la gente del toro y bendita es la casta de quien también estuvo solo, Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los toreros ahora y en la hora de nuestra suerte. Amén."
EL SENTIMIENTO DE HERMANDAD PERMITE VIVIR DÍAS COMO AQUELLA TARDE Y PERMITE COMPARTIR LAS ALEGRÍAS DE TUS HERMANOS, DE TU FAMILIA
P.D. Sé que no era vuestra primera tarde y sé que la Hermandad y el toreo se han dado la manos más veces cada vez que os habéis vestido de luces pero de esas tardes, por cuestión de edad, solo me queda el recuerdo de vuestras historias y de los que os vieron.
P.D. Sé que no era vuestra primera tarde y sé que la Hermandad y el toreo se han dado la manos más veces cada vez que os habéis vestido de luces pero de esas tardes, por cuestión de edad, solo me queda el recuerdo de vuestras historias y de los que os vieron.
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