LA ETERNA SONRISA VALIENTE DE LA HERMANDAD

Hoy me quiero dirigir a una persona muy especial. No sé si lo leerá pero si sé que todos los que lo lean sentirán lo mismo que yo al escribir y es un sentimiento de cariño y admiración por una de las personas más entrañables de la Hermandad.
Desde que lo conocí pronto supe que ese tirón de orejas no sería el último pero también supe que ese tirón de orejas marcaba el inicio de una amistad que duraría para siempre. Yo no lo oculto, cada vez que le veo me llena de alegría y, por qué no decirlo, de un fuerte dolor de orejas.
No creo que haya ensayo en el que esta persona bajo las andas de su querida Mujer Verónica no nos saque una sonrisa con su peculiar forma de entender la vida en la que no cabe hueco nada más que para hacernos feliz a todos los que tenemos la dicha de tenerlo como amigo y como hermano.
Si algo lleva con honor es su cofradía y su equipo de fútbol al que lleva con orgullo en las buenas y en las malas y por el que te puedes llevar más de un tirón de orejas si te le encuentras en un partido en el Galán o allá donde te le encuentres.
No todo en la vida de nuestro querido Hermano ha sido lo que trasluce su sonrisa pero sabemos que esa sonrisa nunca se apaga porque jamás buscará que nos preocupemos ya que, como he dicho antes, él solo sabe dar a los demás alegría y cariño.
El trato que ha dado a mi familia, incluyendo los nuevos miembros, ha sido puro amor y alegría y sé que siente especial cariño por mi madre y es mutuo. Todos los que formamos esta Hermandad lo queremos y siempre lo haremos porque si la Hermandad es más grande es por las eternas bromas, el eterno amor por la Verónica y su sonrisa valiente y acogedora. Creo que a estas alturas todos sabemos de quién estoy hablando y, como dije al comienzo, todos lo compartimos.

JULIO, HERMANO, QUÉ GRANDE ERES.