jueves, 7 de mayo de 2015

CHARLA CON LA SEÑORA CARMEN: "EL "GENIO" DE DOS CAMARERAS Y UNA VIDA LLENA DE RECUERDOS" (3ª Y ÚLTIMA ENTREGA)




Andrés se marcha con su cuidadora y surge entre ellos una "amistad" que hace sonreír a la señora Carmen. La veo disfrutar oyendo las risas de mi hijo. De la mano de mi madre ahonda en sus recuerdos:

"Recuerdo que los Viernes Santos comíamos potaje. Era un día de mucho trabajo pero en el que disfrutábamos. A mi memoria vienen muchas veces mis compañeros de Hermandad cuando estoy aquí sola, lo malo es que he perdido el contacto con muchas de ellas con las que hubo un tiempo que guardaba correspondencia". 

"No olvido cómo llevábamos flores de mi huerta y me acuerdo mucho de Vitorio. Él era un encanto y se preocupaba mucho y bien por nosotras. Nos recogía en casa y después de la procesión nos traía. Era muy atento." "También me acuerdo mucho de Dalia que tenía mucho genio jajajajaja y de Elia a la que la gustaba demasiado mandar jajajajaja". Al igual que antes no notó maldad, al contrario, noto mucho cariño hacia ellas.

El reloj avanza demasiado rápido y la Señora Carmen no está por la labor de que esta charla concluya, Me ofrece un refresco con la firme idea de que continúe. "En aquella época las hermanas Magana lavaban la ropa y no era como ahora, nos llevábamos cada las cosas a casa". La veo hacer memoria y antes de hablar me dedica una sonrisa pícara "había enfrentamientos entre Dalia y Elia porque las dos tenían mucho genio jajajaja pero se arreglaban pronto y muy bien, había mucha unión en esa época". 

Más de una hora con ella hace inevitable estar completamente entregado a ella porque se la ve muy pronto su carácter de buena persona y encantadora. "Mi marido era muy religioso y amaba con locura al Nazareno. Fue compañero de carga de tu abuelo, de Plaza y sé que se llevaban muy bien. Él no dejó de ir a las Juntas hasta que ya no pudo más y siempre mostraba su cariño por su cofradía".

Nos cuesta despedirnos pero es inevitable aunque antes nos deja una muestra de un carácter luchador. Pese a andar mal de las piernas se levanta del sillón y nos acompaña a la puerta. Nos confiesa que no sale a la calle porque la da vergüenza que la lleven arrastrada en la silla de ruedas y se la adivina un carácter coqueto y luchador. Dos besos nos sirven de adiós mientras Andrés se despide de su nueva amiga con una cierta pena. Al marcharnos nos desea salud para muchos años y para que se sigamos en la Hermandad todos juntos peleando por ella.

Al cerrarse la puerta me entra una sensación de felicidad por haber podido compartir esta charla con una mujer que es historia viva de la Hermandad.

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