No faltó de nada en la mesa.
Las abuelas y tías, respectivamente, presumiendo de nietos y sobrinos.
Hora de jugar a las cartas. Subasta y chinchón.
Desde las 11, hora de llegada, la comida no faltó en la mesa.
Andrés, tras un largo paseo, se rindió y aprovechó el fresquito de la sombra para echarse una siesta.
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