martes, 5 de mayo de 2015

CHARLA CON LA SEÑORA CARMEN. 92 AÑOS. Y EL NAZARENO CON PELO NATURAL (1ª ENTREGA)




Encontrar a la Señora Carmen sin la ayuda de mi tía Luisa hubiera sido misión imposible y por ello debo iniciar esta "charla" agradeciéndola su colaboración. 
La señora Carmen vive justo delante de la Iglesia de la Beata Teresa de Calcuta. Me presento con mi madre (a la que agradezco mucho su ayuda) y acompañado de Andrés con la esperanza de encontrarla bien y poder tener unos minutos para charlar con ella. El telefonillo es respondido por una voz joven que me da la buena noticia de que Carmen está bien y que podemos subir.

Nos recibe en su sillón, con un porte elegante que me habían contado tenía y que, pese a sus 92 años, sigue manteniendo. Tras presentarnos, la tarjeta de presentación usada "nieto del señor Eloy" es suficiente para refrescarla su memoria y empezamos a hablar. 

La noto contenta pero la cuesta empezar la conversación ya que no tiene muy claro qué es capaz ella de contar que realmente sea de interés. La aclaro que su sola presencia vale un tesoro y que esto no es una entrevista al uso, sino una simple charla en la que solo queremos recordar una figura tan importante en nuestra Hermandad como la de esta legendaria camarera Verónica.

Poco a poco se va soltando y vemos una mujer orgullosa de su cofradía y que resalta una y otra vez su sentimiento nazareno. "Recuerdo que siempre había muy buen ambiente. Yo me siento muy nazarena y sigo pagando mis cuotas. Me encanta saber cosas de la Hermandad y leo las revistas con mucha ilusión". La señora Carmen te conquista pronto y su carácter afable está cada vez más presente. 

La voz joven es su cuidadora a la que manda rápido a por el cuadro que la entregaron como homenaje en 2010. Todas las personas con las que he hablado en estas charlas me han enseñado orgullosos su diploma. 

Carmen no quiere hablar de sí misma y pronto me deja claro su amor hacia su difunto marido, Lorenzo Acosta. "Era muy buen hombre, nunca se metía con nadie. Yo lo recuerdo toda la vida como cargador al igual que sus hermanos. No puedo olvidar cómo llegaba a casa con el hombro sangrando tras la procesión pero feliz, su Nazareno era mucho Nazareno para él".  "Conservo muy bien guardados nuestros trajes y hace poco encontré su medalla que, el día en que yo me muera, espero que se la echen a sus restos".




Noto emoción en sus palabras al reiterarme la condición de cargador de su marido y de su familia y es conmovedor oírla expresar la pena que ha supuesto para ella no haberle enterrado con la medalla de su querida Hermandad. Un detalle me llama especialmente la atención. "Yo pago mis recibos y los de mi marido aunque esté muerto y lo seguiré haciendo". 

Junto a mi madre hablan de la época en que nuestro titular salía a ruedas dejando claro que "aquello fue porque no quedaba otro remedio, ninguno lo quería". Además recuerda cómo el Nazareno salía a la calle ataviado de "una peluca de pelo natural rizado". 

Cada vez está más cómoda y el pequeño Andrés reclama su atención. Ella le responde con un cariño muy tierno que hace sonreír al pequeño de mi casa. 

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