De la mano de su padre llegó José Plaza a la cofradía. En el seno de su familia fue creciéndole su pasión morada con una familia única y especial por cuyas venas solo corre sangre del color de la túnica de nuestro titular. De la mano de la fe esta familia fue capaz de superar momentos que sin ella hubieran podido propiciar las duras quejas del por qué a mí y un comprensible odio hacia quién les arrebató a dos miembros que se les adelantaron en el camino del cielo más pronto de lo que el ser humano es capaz de soportar.
Esos golpes duros fueron convertidos por la esperanza en amor hacia Dios materializándose en como los cofrades muchas veces nos sale del alma: rezando y volcándonos en demostrarle dicho amor al Señor trabajando sin hora y sin fatiga en la cofradía.
José llevó sobre su hombro algo más que el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Sobre sus hombros cargaba el peso de una familia morada y el peso de una fe que se acrecentó cuando más fácil tenía quebrarse. Entrevistando a su madre, me quedó claro como la familia tiró adelante de la mano de su Nazareno.
El tiempo pasó y el destino encamino a nuestro hermano hacia el paso de la Esperanza Nazarena. Allí, con pasión y la misma fe que le unía a Nuestro Padre, se dedicó a construir un sueño, una familia y un estilo de vida que convirtió a su cuadrilla en un nexo unido y sin fisuras.
Para él no hay horas ni momentos en los que algo quede delante de su Esperanza y esa pasión ha logrado convertir a su cuadrilla en una familia como antes dijimos. José, hermano, con un día de retraso te felicitamos y deseamos que nuestros titulares te protejan y te cuiden.
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