Esta noche he salido a "hacer" la procesión por las calles por las que, el próximo viernes, nuestro Padre impartirá su bendición junto a la Santa Mujer Verónica y Nuestra Virgen Esperanza Nazarena. Hoy quiero compartir mis sentimientos, sensaciones... a la hora de llevarla a cabo. Os invito a que todos hagáis este ejercicio de emociones. Lo cuento como cargador pues es así como la he vivido durante los últimos años de mi vida.
Momento esencial. Los nazarenos esperan fuera mirando al cielo. Nervios e ilusión se entremezclan rezando para que el cielo no nos prive de sacar a nuestras imágenes a la Calle. Hora de ponerse el traje, esto va a empezar.
Lágrimas en los ojos y el corazón se rompe cuando el Nazareno sube al cielo para "juntarse" con nuestros hermanos difuntos. Aquí no puedo olvidarme de mi abuelo y de Reyes.
Ya estamos en la calle y las filas de penitentes siguen formándose. Ya estamos en camino y la devoción de los que ven la procesión, tras un año de espera, son un insuflo de vida. En este momento, rezo para pedir que la mano de Nuestro Padre no nos acompañe.
La Calle Mesones, de salida, marca la procesión. Una calle complicada por los nervios y la conformación de la calle que desequilibra el peso. La salida a la plaza del reloj supone un soplo de aire fresco.
Entramos en La Colegial. Recuerdos de un año en el que este tramo fue realmente duro al tener que correr bajo la lluvia. La entrada es delicada y en La Colegial esperan el calor y el recuerdo de otros años en los que allí terminábamos. Hay que reeducar a la mente y pensar que nos queda mucho camino.
Momento que se hace largo. De la salida de la Colegial hasta la bajada en El Palenque, es un momento en el que la mente parece cansarse hasta que en La Corredera vuelves a sentirte de nuevo en la procesión.
Llega el momento en que la carrera se hace más oficial. Inevitable pensar en Reyes animándonos el día de la lluvia.
Hasta que se supera la plaza del Reloj notas mucho calor. La cuesta de bajada hacia las murallas es uno de los momentos que yo vivo con peor ánimo. Un momento de bajón en el que aprieta el cansancio y en el que las saetas hacen mella.
El ensayo viene a la mente. La cuesta de Pescaderías es la meta de un momento en el que se supera el bajón anterior. La madre de nuestro hermano Colado nos insufla ánimo con su oración cantada.
Momento complicado. La cuesta de Pescaderías supone un reto en el que un peso superlativo nos llega en el momento de empezar a subir. Después, todo lo decidirá el lugar en el que te toque subir la calle.
Momento de cambiar mi sitio con Rubén para afrontar las estrecheces. Momento de ralentizar el paso y mimar al paso. Se viven momentos de tensión para afrontar bien uno de los instantes más bellos, aunque tristemente poco poblados, de la Semana Santa.
Las estrecheces del casco antiguo se han superado. Momento de tomar aire, meditar y algo más. El encuentro ya empieza a prepararse en nuestra mente y allí acuden los ensayos y los vividos años atrás.
Este momento es especialmente simpático para mí. Una procesión Nicasio volvió de un leve paréntesis (para lo que podéis imaginar) y se reintegró a la procesión detrás de Ángel. La diferencia de altura en ese leve instante fue un remate para el pobre Ángel. Todos los recordamos con mucho humor.
Llega el encuentro. Emotivo ver llegar a nuestros Hermanos cargando a La Santa Mujer Verónica y La Esperanza Nazarena. El encuentro se vive cansado, con nervios y ganas y acaba siendo un disfrute. Cuando Verónica y Nazareno se encuentran, se olvida el cansancio y las lágrimas son inevitables.
Acaba el encuentro y es el momento de volver a casa. Una calle Mesones en la que la Banda se rompe a tocar despidiéndose de sus pasos y los nervios se han quedado atrás. Hay ganas de llegar pero pocas fuerzas y la calle se hace larga.
En el torbellino de emociones de la Calle Mesones, un momento bellísimo para mí es ver el paso de Jesús Nazareno en este espejo.
Santiago ya aguarda a su paso titular. Una pena que la procesión termine (curioso contraste con el momento anterior) pero el cuerpo no piensa igual que el alma y empuja, cansado, en un tramo que se hace especialmente largo.
El año que viene, Dios, danos salud. Momento de agradecimiento por haber tenido el honor de llevarlo por las calles de Talavera.
La Puerta de la Gloria, inicio y final de todo. Un día en el que todos nos sentimos privilegiados y en el que nuestras emociones y fe nos desbordan. Ahora queda un año de trabajo en el que, si algo tenemos claro, es que nuestros titulares nos darán siempre la mano.
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