Foto de una de las procesiones con Nuestro Padre Jesús Nazareno. En el centro de la imagen, Eloy, mi abuelo.
Era tú última procesión, la última que todos tarde o temprano tendremos que recorrer. El frío mes de enero veía como una familia rota por el dolor despedía a su consejero, a su patriarca, a su maestro... junto a unos hermanos en la Cofradía que tanta vida te dio y a la que tanta vida diste.
Meses antes la lluvia se había presentado como un triste presagio evitando que Jesús Nazareno, tú Nazareno, saliera a la calle para bendecir a Talavera y para que tú pudieras decirle hasta pronto. Aún recuerdo como me consolaste al verme llorar como un niño en Santiago al comprobar que era cierto que las procesiones se podrían llegar a suspender.
Lloré como un niño, quizás como lo que era, y mis lágrimas acompañaban a la de tu familia como un oscuro mal augurio que se confirmó aquella triste mañana de enero que jamás podremos borrar de nuestra mente. Asomados al patio vimos como la lluvia que tú y nuestro hermano Luis anunciasteis con la voz de vuestra experiencia y la sapiencia tranquila de los que se aguantan el dolor por ayudar a los demás, había acabado con los sueños de este año.
El día después, más tranquilos, la Hermandad seguía rota por culpa de la lluvia pese a los esfuerzos de Don Mariano por hacernos olvidar un dolor tan lacerante como era el de quedarse a las puertas de pasear en su Gloria a los pasos de Nuestra Hermandad.
Meses después, los presagios se cumplían.
La carretera de Extremadura tenía una niebla de duelo que adelantaba un desenlace que no iba a ser el que todos esperábamos. Al llegar a Talavera desde Alcobendas pudimos comprobar que nuestros rezos y plegarias se quedaron convertidos en una despedida en vez de una recuperación.
Te fuiste rompiendo el corazón de los que te queríamos y te marchaste a ver a Nuestro Padre con un pedazo de nuestra vida pero con la seguridad de que nos acompañarías para siempre desde el cielo.
El día después, tras recibir el consuelo de nuestros Hermanos (quiénes hicieron ver que era una Hermandad más que nunca), iniciamos tú última procesión. Y lo hiciste revestido de tu túnica como si fueras a sacar por Talavera a Nuestro Padre pero a hombros de tus cargadores. Lágrimas, dolor y pena fueron tu acompañamiento en la procesión más triste de nuestra vida pero la primera en la que nos "dirigías" desde el cielo.
Seguro que pudiste ver como estábamos todos rotos la primera Semana Santa en la que el Málaga no nos llevaba a Santiago, en la que el potaje no venía cargado de consejos y la primera en la que no revisabas la lista para buscarme un hueco en la lista de tus cargadores. Aquel día lloramos como lo hacemos cada vez que nos ponemos delante de Nuestro Padre pero lo hicimos con la satisfacción de saber que nos acompañabas desde el cielo.
Abuelo, lo lograste, tu familia sigue unida como tu siempre quisiste y defendiendo tus valores con la certeza de tu compañía pero eso tú ya lo sabes. Esa familia de la carga se ha visto modificada por el tiempo y algún miembro de ella ya está "a tus órdenes" en la cuadrilla del cielo que seguro que se desplaza al son de los golpes enérgicos que tú dabas. Mucha de esa familia se sigue acordándote de ti y de esas mañanas de hermanamiento y felicidad revistiendo a Nuestro Padre.
También sabrás como nuevas generaciones de nietos viven la Semana Santa con tú misma ilusión y siento pena de que no hayan podido escuchar tus inolvidables lecciones sobre las calles, los compañeros y la fuerza de amar lo que se siente.Ya tienes un biznieto al que hablo de ti a diario con la ilusión de que me le cuides y le acompañes como lo has hecho conmigo.
Desde aquí quiero darte las gracias abuelo
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