Quedan pocos minutos para que la Colegial abra sus puertas y salga la Hermandad del Nazareno a la calle. Un año de preparación llega a su fin y los dos pasos de la Cofradía talaverana van a salir por su ciudad. Nervios, colocación de los capiruchos, comprobación de los ojos y últimas órdenes antes de salir a procesionar. Los cargadores se encomiendan a Nuestro Padre Jesús Nazareno y a la Santa Mujer Verónica y todos ya dejamos de mirar al cielo, es hora de salir.
Los consejos de mi abuelo Eloy están en mi mente y el estómago es el reflejo de muchas noches soñando en hacer realidad un sueño. Última mirada a mi madre, a mis tías y a mis tíos y esto va a empezar. El Señor Rafael mira a su querida Mujer Verónica antes de hacer un último repaso a sus cuadrillas que se relevarán para pasear a esta Valiente Mujer por la Ciudad de la Cerámica.
- El Nazareno ya ha salido, nos toca.
Todos a sus puestos y la Verónica se levanta. Mis piernas funcionan tan aceleradas como mis lágrimas y no sé si seré capaz de llegar hasta el final. De repente, justo delante de mí, Leandro se da la vuelta y me dice la frase que encabeza este post: - Tú tranquilo chaval. Nunca supe darle las gracias por ese ánimo que me hizo vivir toda la procesión con una tranquilidad que ni había soñado.
Cuando salí a la Plaza del Pan lloré de felicidad y de emoción, estaba cargando a la Santa Mujer Verónica. Nunca olvidaré aquella primera procesión de mi vida y todos los consejos que recibí de sus cargadores y del Señor Rafael. Ese día hice más mía que nunca a este querido paso de Nuestra Hermandad y a sus componentes miembros de mi segunda familia.
Todo salió bien y al llegar a la Colegial el dedo de mi abuelo esperaba el calor de mi hombro para ver si había cargado o no. Su mirada cómplice me hizo saber que estaba feliz y yo más todavía pues había cumplido mi sueño junto a grandes Hermanos.
Dudo que Leandro se acuerde de ese momento que tanto hizo por mí y que tanta tranquilidad me dio pero lo que no dudo es de la felicidad que me hizo sentir y del eterno agradecimiento que le tengo y tendré por siempre. Al igual que tampoco olvidaré las bromas de Julio, la ilusión de un joven Cristóbal, la tranquilidad de Santi y las ganas y entrega de sus camareras.
Años después he podido ver como Julio seguía con sus bromas acogedoras, Leandro seguía viviendo a su mujer Verónica con una devoción enternecedora junto a su hermano Santi, Cristóbal seguía compartiendo la carga con su hermano y las nuevas generaciones que se incorporaban. He podido ver como el mismo cariño que yo recibí era recibido por Samuel y luego por Jacob recibiendo las mismas bromas sobre esquiroles que yo recibí al empezar a cargar con Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Dios sabe que si me cambié fue por el componente emocional que tanto me ataba a Nuestro Padre Jesús Nazareno pero también sabe que siempre llevo y he llevado a la Mujer Verónica en mi corazón al igual que a ese grupo de cargadores que tanto me ayudó y tan bien me recibió.
Gracias, de corazón, Hermanos. Gracias abuelo por haberme enseñado que, pese a nuestro arraigo emocional a Nuestro Padre Jesús Nazareno, la Santa Mujer Verónica era tan Grande al igual que su cuadrilla de costaleros.
Han pasado 15 años y esa familia sigue más unida que nunca. Cargadores de Nazareno y Mujer Verónica se siguen lanzando puyas sanas pero unidos haciendo crecer el sentimiento de Hermandad. Una familia nazarena en la que nunca faltan las risas, las puyas entre ambos pasos pero en la que tampoco faltan las ayudas entre camareras y cargadores, es decir, nunca falta el sentimiento de HERMANDAD.
Es esencial no olvidar que todos los que amamos a Nuestro Padre Jesús Nazareno lo hacemos también a la Santa Mujer Verónica con la única diferencia del arraigo emocional y familiar que hace que ellos sientan lo mismo con respecto a su Santa Mujer. Una cosa no quita la otra y siempre estaremos para ayudar en todo y para seguir enriqueciendo el significado de la palabra HERMANDAD.
La familia se ha ampliado y la Esperanza Nazarena ya es una parte más de nosotros. Una parte más de nuestra Hermandad y por la que sentimos la misma devoción que por nuestros dos pasos más longevos.
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