En tu mirada pude ver el cariño del que comprende el respeto que causa en los ojos de un niño la primera vez que completé la procesión y acudí a dar un beso a mi abuelo y a admirar a mis tíos.
En tu mirada encontré la severa mirada del que te hace esperar cuando, como lo que era, lloré porque no me dejaron cargarte por las calles de Talavera.
En tu mirada pude ver el consuelo cuando mis lágrimas infantiles lloraban por una solución cuando el instituto se me convirtió en un muro complicado. En esos mismos ojos encontré un "te lo dije" cuando logré creer en mí y salir adelante.
En tu mirada estuvo el consuelo cuando la persona que me puso a tus pies se marchó sin despedirse y me dejó con la pena del que pierde al faro de su vida.
En tu mirada pude encontrar el ánimo y el pañuelo que secó mis lágrimas aquella primera procesión por Talavera en la que mi referente ya veía ese Viernes Santo a tu lado.
En tu mirada pude ver un divertido "a por ella" cuando te pedía el "milagro" de que la mujer de mi vida me acompañara para siempre.
En tu mirada estuvo el sentido de una vida que sufría cuando no encontraba más que sombras y el cariño de un padre cuando recobra a un hijo que pensaba perdido.
En tu mirada vi el "acertaste" cuando David nos convertía en marido y mujer.
En tu mirada encontré las fuerzas cuando mis dos ángeles marcharon al cielo rompiendo el alma a su madre y a su padre.
En tu mirada vi una sonrisa cómplice cuando el pequeño de mi casa te miró como yo te miré un día.
En tu mirada vi el dolor por la partida de un hermano tan querido hacia la cuadrilla del cielo.
En tu mirada encuentro la calma a mis miedos y mis penas cuando la vida me supera.
Pues sí, aún así hay gente que me pregunta si merece la pena llorar por tu cofradía y vivirla con el corazón en la mano. Sinceramente, ¿hace falta que lo explique mejor?
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