Cuando los oídos me dejaban noches sin dormir ella estaba allí con un trapo caliente sobre mi oído. Ella siempre fue la que sin decir nada sacaba todas las confesiones con una mirada que bastaba para crear la culpabilidad de la mala conciencia. La que asistió a mis reuniones del colegio, la que cosía mis trajes como aquel saco de patatas que me "convirtió" en marciano. La que forraba mis libros, la que me enseñó a rezar, la que esperaba pacientemente mientras jugaba en el parque.
Ella es quién me lleva a misa los domingos, quién nos compró las velas eléctricas para procesionar, quién se quedó en el coche el Viernes Santo conmigo porque estaba malo, quién aguantó la época en la que todo se veía negro...
La que estuvo a mi lado cuando Andrés vino al mundo, la que lloró en silencio cuando los nietos se fueron al cielo antes de pisar la tierra, la que se tragaba mis enfados, mis disgustos, mis penas y jamás contó las suyas. La persona que pasó miedo en silencio, la que jamás se quejaba, a la que nada nunca dolía.
Ella es mi madre. Un ejemplo para los que tenemos la fortuna de rodearla en sus múltiples facetas: madre, abuela, hermana, madrina, cuñada, tía, amiga... Mama, felicidades y que nuestros titulares te guíen y protejan.
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