Una tarde en la casilla te dije que por qué no te apuntabas a la Hermandad. Me miraste y enseguida le dijiste a tu madre que lo hiciera. Ella, te mandó con su habitual tono a ya sabes dónde y de paso a mi también, pero al darse la vuelta se dio cuenta con orgullo que yo solo había animado a algo que ya brotaba en ti y que nadie pararía: ibas a ser Nazareno.
Estos guiños se repitieron durante tiempo con tu madre cada vez más orgullosa de ver que el legado de su padre había llegado a la tercera generación. Hicieron bien, con el tiempo lo vi mejor, en dejar que fuera la sangre morada la que te llamara y no se tratara de una imposición, esto hizo que ahora tu pasión nazarena sea más fuerte sobre la base de una libertad que te otorgaron tus padres para elegir.
Cuando no llegabas a los varales ya me decías que querías cargar con los tíos y conmigo y yo te veía y "viajaba" a la época en que yo compartía ese sueño y se lo contaba una y otra vez a nuestro abuelo. Verte en el espejo deseando crecer, comparándote con los cargadores, poniéndote de puntillas soñando alcanzar el varal... Te veía y me veía a mí y a muchos hermanos con los que ahora cargamos.
Empecé a ver como la familia Verónica te abría igual que a mí los brazos y cómo Julio te recibía a base de tirones de orejas, como Leandro y su hermano te buscaban las vueltas, como Cristóbal te recibía junto a su hermano, como las gemelas te picaban y como el resto de esa gran familia te abría de nuevo los brazos y te enseñaba a ser nazareno. Jamás podremos pagar ni tú ni yo ni otros tantos lo que se aprende en ese maravilloso paso.
Te llegó la hora de ir al Nazareno y lo hiciste sabiendo que la sangre te llamaba allí pero guardando un cariño eterno a tus compañeros de la Verónica sabedor que los amigos que hiciste lo serán para siempre y que aunque a nosotros nos llame el Nazareno por esa fuerza de lo que nos inculcó nuestro abuelo, la Verónica es algo igual de grande cómo esa gran familia Verónica nos enseñó y como ya nuestro abuelo defendía siempre.
Te ganas a la gente sobre la base de simpatía, cariño y total disposición para ayudar en todo. Ese, no lo dudes, es el camino.
En el Nazareno fuiste recibido por otra familia que en su día me abrió los brazos con el mismo cariño que lo ha hecho contigo y has visto que somos un grupo que, aunque heterogéneo, siempre está a tu lado para reír pero también para llorar. Cuando este año dejaste las andas no pude evitar mirar al cielo y dar gracias por haber podido compartir este honor con alguien que para mí es algo más que un primo.
Ahora te veo formar un grupo de jóvenes que sois el futuro de la cofradía con ideas nuevas pero siempre respetando el magnífico legado de nuestros mayores. Sois personas que estáis contagiando y animando a vuestros amigos a vivir la pasión morada, que no dudáis en ayudar en todo y que siempre estáis. Sois el futuro y el presente y ojalá hagáis mejorar esta cofradía.
PRIMO, FELICIDADES, Y QUE NUESTROS TITULARES TE PROTEJAN. DESDE EL CIELO, CON ORGULLO, NUESTRO ABUELO TE ESTÁ MIRANDO.
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