Hace diez años que apareciste en mi vida. Cuando llegaste me asaltaron muchas dudas que el tiempo ha descubierto tan ridículas como necesarias. Las primeras procesiones en que saliste a la calle no puedo ocultar que mi fe era más nazarena como Hermandad que en ti, necesitaba tiempo y Tú lo sabías más y mejor que nadie.
Bien cierto es que Tú esperas como nadie y manejas los tiempos de una fe que debía consolidarse en los pasos que yo no marcaría. Poco a poco te fuiste convirtiendo en la tercera mirada de mi visita a Santiago y el deber cofrade pasó a una oración que ya llevaba tu nombre.
Los pasos que marcaste no podían venir sin ayuda y lo hicieron de la mano de Beatriz, mi mujer. Ella me enseñó a quererte, me enseñó a comprenderte y, sobre todo, me enseñó a rezarte. Con una paciencia inspirada por Ti, no me cabe duda, hizo que mis oraciones se dividieran en tres y que te viera como una Madre. Pasaste, en los caminos que tú señalaste, de convertirte en el tercer paso de la cofradía a convertirte en Mi Madre, en la Madre de todos los Nazarenos.
El cambio ha sido tan bonito como duradero pues los pasos de mi vida han hecho invocarte cuando más te he necesitado y mirarte cuando al cielo imploraba auxilio.
MADRE DE TODOS LOS NAZARENOS, GRACIAS POR ESPERARME, CUIDA Y PROTEGE A TUS HIJOS NAZARENOS.
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