Hoy se celebra el Día Mundial por los derechos del colectivo LGTB. Una celebración revindicativa que gracias a Dios se va convirtiendo cada año más en el recuerdo de los derechos conquistados gracias a los avances en normalidad de una sociedad que evoluciona.
Sería falso, como profesional de la educación, decir que esté colectivo ha alcanzado todos sus derechos y sobre todo todas sus libertades. Quizás uno de los lugares que más duela es el de las cofradías y la Iglesia.
Jamás he escondido mis profundas convicciones católicas pero tampoco mi absoluto desprecio hacia el papel tan sumamente oscuro y desapercibido que se otorga a las personas del colectivo dentro de lo que debería ser la casa de todos.
Creo que ha llegado el momento de vivir unas cofradías sin miedo, en el que nadie pregunte ni mire la condición sexual de cada uno ni por supuesto esa chorrada infame de la moral intachable.
Ojalá que nadie tenga que esconderse para ocupar un cargo, que nadie murmure aludiendo ha supuestos recovecos en estatutos pasados. Ojalá la Iglesia de normalidad y cumpla los mandatos de la persona más libre de este planeta y que jamás diferenció ni discriminó a nadie.
Así que desde aquí animar a todas las cofradías a seguir avanzando en normalidad y a la Iglesia a una reconversión profunda llena de libertad.
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