A estas horas tengo a un pequeño saltando encima de la cama. En la esquina de su cabecero está la medalla de la Cofradía que tanto amamos. Hoy, día de tu cumpleaños, me encantaría arrancarte una promesa. Esa promesa es que trates de inculcarle la pasión nazarena que tú tan bien has adquirido.
Que le invites a soñar con ser cargador, que le ayudes a apasionarse en el recuero a un legado que nos dejó nuestro abuelo, que le animes a que ponga sus miedos y problemas bajo el amparo de esos ojos especiales de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Quiero que, cuando él te mire como a un ídolo inalcanzable y te pregunte si te duele el hombro, le digas que muy pronto él podrá estar allí a tu lado siempre que él y Dios lo quieran.
Quiero que trates de inculcarle unos valores heredados de alguien a quién él no pudo conocer y que cuida de todos desde arriba, quiero que le instruyas en una vida de compañerismo, hermandad y esfuerzo con todos los miembros de la cofradía y que aprenda tan bien como tú lo hiciste.
Pocas personas aman y respetan más a nuestra Hermandad que tú y por ello me gustaría arrancarte la promesa de que seas el profesor del saltarín de mi cama porque eso será garantía de que Andrés habrá adquirido la esencia nazarena que le acompañará en su vida.
Felicidades Samuel, que Nuestros Titulares te protejan y te guíen. Estoy seguro que, desde el cielo, un cargador de la cuadrilla del cielo te mira orgulloso.
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